Mi vida cambió maravillosamente cuando mi hija Faustina nació con síndrome de Down. Elegí tener a mi hija a través de una fertilización in vitro con donante. Hoy vivo una maternidad plena y quiero compartirla con ustedes con el objetivo de derribar mitos y prejuicios, dar un mensaje de amor y ayudar a otras familias.
viernes, 8 de mayo de 2015
La risa: esa expresión de alegría
La risa es alegría, diversión, bienestar, comunicación, felicidad... La veo a Faustina feliz y me hace reflexionar sobre las pocas
cosas que necesita un niño para reirse. Apenas les basta una canción, que
le pongamos una cara de sorpresa enorme, un gesto exagerado, un cuento
disparatado, unas cosquillas, un globo, una morisqueta con la cara, una
sonrisa y los verás reir como nunca.
Faustina hizo su primera risa a los dos meses y medio, justo cuando morí de amor! Al mes ya empecé a preguntar cuándo se reiría. Me puse ansiosa, pero sabía que debía esperar. Hoy la hacen reir muchas cosas. Y tiene distintos tipos de risa (la que yo llamo "risa muda" porque abre la boca bien grande y achina toda la cara pero se traga el sonido; la risa con gritito; la carcajada; la risa pícara donde la mirada con los ojitos es bien distinta; la sonrisa y hasta una risa "falsa"!).
Me pregunto cómo le irá cuando sea más grande y no entienda una ironía, una broma o el absurdo. A las personas con síndrome de Down les cuesta entenderlos debido a que hay frases que tienen cierto nivel de abstracción que es difícil interpretar.
Por ahora, a Faustina le gusta que nos acerquemos juntas al espejo, por ejemplo.
El del placar o el del baño le dan lo mismo. Cuando me voy acercando con
ella en brazos, ya comienza a reir con la boca bien abierta. También
estalla en risas si bailamos o cuando le canto la canción del tren de las cinco de la tarde y la abuela gira bailando. Se muere de risa!
Además, le gustan las cosquillas, que acerque mi cara a su panza y que choquemos las palmas. Ah, y me olvidaba: ríe como nunca si me acuesto en la cama o me siento en el sillón y salta arriba mío hasta el agotamiento (es decir: nunca!).
Al final, los chicos te ayudan un poco a volver a sentirte como un niño, porque cuando ella ríe, también me río yo. Con qué poco podemos divertirnos los padres con nuestros hijos. A veces me pongo a pensarlo. También pienso por qué los adultos muchas veces nos hacemos problema por cosas que son tonterías.
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