Hoy es un día histórico para
nuestro país: se celebran 200 años de la Declaración de la Independencia de la
República Argentina. Es una buena oportunidad para recordar que se ha avanzado
mucho en materia de derechos que contemplan a las personas con discapacidad
pero que aún queda mucho por hacer para que esos derechos se hagan efectivos.
Los desafíos pendientes también
nos constituyen como Nación y no son meras menciones de cuestiones que afectan
directamente la vida de las personas con discapacidad y sus familias sino que
se trata del reto que tenemos para todo el conjunto de la sociedad.
A lo largo de estos doscientos
años de historia, los significados y las miradas sobre las discapacidades han
ido cambiando. De excluidos y ocultados a ser considerados
sujetos de rehabilitación, las personas con discapacidad fueron y son excluidas,
estigmatizadas, segregadas y discriminadas.
Para muchas personas con discapacidad, sus vidas van transcurriendo
entre las limitaciones y barreras que se imponen desde afuera, entre miradas
que ponen al descubierto sus falencias, entre falta de oportunidades de
atención desde una perspectiva integral, de escolaridad con ajustes razonables,
falta de oportunidades de empleo, exclusión de la vida social, de participación
política e incluso de estigmatización dentro de su propia vida familiar.
Del paradigma médico asistencialista
al de los derechos de las personas con discapacidad, hoy la mirada intenta
abrirse hacia lo social para enfocar en
la persona y su entorno hasta sostener que la discapacidad es una construcción social
y que es la sociedad, por lo tanto, la responsable de adecuarse a las
necesidades de las personas y no al revés.
En este sentido, el modelo
superador de estos dos paradigmas deja de verlos como opuestos y comienza a
pensar en un abordaje más integral de la discapacidad pero, a pesar de ello,
todavía persisten prácticas y realidades que no garantizan que se cumplan los
derechos que tienen estas personas.
La ciudadanía la construimos
entre todos y, a modo de propósito que anhelo para nosotros, es mi deseo que
las personas con discapacidad sean consideradas como un ciudadano más con los
mismos derechos que cualquier otra persona. Aspiro a una sociedad mejor para mi
hija Faustina y también ansío que nos comprometamos como comunidad a generar
los cambios necesarios para ser una sociedad más inclusiva no sólo para el presente
sino para dejar como legado a las siguientes generaciones.
En este bicentenario es mi deseo
que se reafirme, más que nunca y de manera concreta, el espíritu de promover,
proteger y garantizar a las personas con discapacidad el pleno disfrute de los
derechos humanos y que entre todos consigamos construir las bases para sostener
una Nación inclusiva.
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