Mientras escribo esta nota pienso en el futuro de mi hija y
en cómo pueden influir los pensamientos en los hechos. Alguien me dijo alguna
vez que me olvidara de pretender una vivienda para mi hija, que tiene síndrome
de Down, porque cuando yo no estuviera la enviarían a un hogar permanente para
personas con discapacidad intelectual (y no fue la única persona que me lo dijo). Según ella, no tenía ningún
sentido que heredara una casa por la simple razón de que la despojarían de
ella. Sin más. La persona que me lo dijo tenía una prima con síndrome de Down
de 60 años a quien le había sucedido esto.
Pero eso no fue lo único que tuve que escuchar sobre la idea
de un futuro para mi hija. También alguien me cuestionó por qué me preocupaba
por una vivienda si en realidad, según sus palabras, era muy difícil que mi hija se
independizara y viviera sola. “Estos chicos son compañeritos de sus padres toda
la vida y cuando ellos no están tienen que vivir con alguien”, me dijo.
Inmediatamente, en ambos casos, reflexioné sobre la
importancia de mantener expectativas de autonomía e independencia para nuestros
hijos con síndrome de Down. A quienes tenemos un hijo con discapacidad nos
duele mucho pensar qué sucederá cuando no estemos y hacemos un esfuerzo muy
grande por concentrarnos en el día a día y enfocar en celebrar el presente
sabiendo que la vida se da paso a paso. Aún cuando tengamos una mirada
alentadora sobre el futuro de nuestros hijos, no deja de estar presente como
una preocupación. Pero con el tiempo me fui fortaleciendo frente a estas
afirmaciones.
No tengo ni idea sobre cómo será el futuro de mi hija pero te
aseguro que mantengo altas expectativas. Y esto es tan esencial como realista. No
creas que ser realista es pensar que quizás no pueda independizarse. Ser
realistas como padres es apostar a que lo hará, pues tu hijo necesita las
mismas expectativas y oportunidades que los demás y si tú como papá pierdes la esperanza
de que lo alcance, ten por seguro que no lo hará.
Esto no quiere decir que todos lo lograrán. No puedo
asegurar que todos serán independientes y vivirán solos. Ni siquiera yo puedo
asegurarlo por mi hija. Nadie tiene nada asegurado. Pero lo que sí puedo asegurar es que si pienso de
antemano que no podrá hacerlo no haré nada para que suceda. Es decir, mantener
buenas expectativas me ayuda a accionar para darle las herramientas que
necesita para la vida independiente.
Si alguna vez alguien quiere robarte la esperanza de que tu
hijo sea independiente, autónomo y logre vivir en su propia casa, no dejes que
esa persona acabe de un plumazo con tu sueño, porque con ello estará rompiendo
la posibilidad de tu hijo de llevar una vida independiente.
Frecuentemente me escriben familiares de niños con este
síndrome diciendo que los aman pero no esperan mucho de ellos. Con estas
afirmaciones lo único que hacen es poner a la persona en el lugar de la no
autovalía, creyendo que no podrán valerse por sí mismos. Pero yo los aliento a mantener
buenas expectativas de vida y desarrollo para sus hijos. ¿Por qué? No solamente porque las personas con síndrome de Down pueden hacerlo y hay muchos que viven solos o con su propia familia, sino también porque
cuando hay expectativas generamos acciones para alcanzarlas. Si yo pienso que mi hija no logrará desenvolverse sola en
determinadas situaciones, probablemente eso ocurra por la simple razón de que
entonces no le daré herramientas para alcanzar ese logro.
Ser realistas no es pensar que quizás no puedan vivir solos
sino actuar con esa meta como inspiración diaria para proporcionar las formas,
los saberes y las habilidades que harán que nuestros hijos logren, en mayor o
menor medida, autonomía e independencia.
Muchas veces sucede que las propias familias no apuestan
mucho por su hijo con síndrome de Down y entonces dan por perdida la batalla, privando
a su ser querido de oportunidades para que logre organizarse para vivir,
trabajar, socializar, incluso comunicarse.
Todas las personas tienen capacidad de aprendizajes nuevos. Tener
confianza en que, con los apoyos necesarios, tu hijo logrará muchas cosas es clave.
Luego puede ocurrir que no alcance algo que esperabas pero ello no debería ser
motivo para frustrarse sino para saber que haz hecho lo mejor que pudiste y que
tu hijo ha recibido todo lo que estaba a tu alcance. Ser realistas es saber que las personas con este síndrome
necesitan que tengamos las mejores expectativas sobre ellos y que van a tener lo
que necesitan y van a ser apoyados en sus desafíos.
Respecto de la vivienda, pensar que no vale la pena que tengan
una casa es anularlos como herederos de algún patrimonio y subestimar la
capacidad de la persona para hacerse valer. Desconfiar de la red familiar y de
amigos que podrían ayudar a supervisar la vida autónoma de nuestros hijos
cuando no estemos tampoco tiene sentido y no contribuye a alimentar los lazos
que luego tenderán la mano hacia aquel que lo necesita.
Si eres papá o mamá de un niño con síndrome de Down, no
dejes que nadie destruya tus sueños porque con ello también estarás
destruyendo las oportunidades de tu hijo. No lo permitas!
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