Hoy puedo celebrar el reciente estreno de una vida nueva. Se acabaron los días de melancolía, las noches oscuras, los ataques de pánico, el miedo al futuro. Todo eso se fue con la vida vieja. La vida nueva me trajo a mi hija y con ella aprendí que todo es simple. Más simple de lo que a veces imaginamos. Aprendí sobre lo esencial y lo sorprendente; sobre la capacidad para fluir y amar.
Y cuando digo que mi vida cambió maravillosamente quiero decir que no solo se modificó mi vida cotidiana por tener a Faustina, sino que cambié radicalmente la forma de vivir la vida, la manera de mirarla, de disfrutarla.
"¿El cambio tiene que ver con haber tenido una hija con síndrome de Down?", me preguntaron. El cambio tiene que ver conmigo! Soy mamá como cualquier otra persona y nada tiene que ver el síndrome en todo esto. Y Faustina es una persona y es mi hija, como cualquier otra hija, y nada tiene que ver su síndrome con esto. Claro que saber que Faustina tiene SD me hizo tener unas fuerzas que no sabía que tenía, me hizo querer saber sobre el tema, y me hizo una mamá curiosa y comprometida en temas de discapacidad, inclusión, discriminación..., como cualquier otra mamá que busca saber cómo puede ayudar a su hijo con algo en particular.
Hoy puedo decir que mi cambio fue valioso y aprendí que, con solo modificar la actitud, uno puede llenarse de energía, concretar inicativas, disfrutar los buenos momentos y saber sobrellevar las dificultades. Esto también tiene que ver con mi historia con Faustina porque sin ese cambio ella no estaría hoy en mis brazos festejando este cumpleaños conmigo.
Las transformaciones a veces dan temor, pero son tan vitales como necesarias. Después de todo, mi vida está muy linda. Y hoy es un día para celebrarla! Así que los dejo porque me voy a festejar!
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