jueves, 21 de mayo de 2015

Entre la genética y la estimulación ambiental

Mi amigo Tarsicio una vez me dijo que los chicos son como diamantes en bruto: sólo hay que saber pulirlos. Creo que tiene razón y esto funciona para cualquier persona. Sin embargo, mirando a mi hija Faustina, me pregunto cuánto hay de genética y cuánto de estimulación en el desarrollo de las personas con síndrome de Down (SD).

En el caso de un niño con SD, "pulirlo" implica estimulación, pero no solo esa que se hace dos veces a la semana en los centros destinados para la intervención, sino la estimulación permanente de la gente que lo rodea. Más bien sería la forma de vida, el entorno que acompaña, alienta, muestra cosas nuevas, permite expresarse, motiva, contiene, libera, refuerza, valora, enseña y aprende.

Pero ¿y la genética? Acaso no marca algunas cosas. Esto también funciona para todos. Nacemos con cierta dotación genética que varía en cada individuo. Sería como un marco genético que nos permite potenciarnos en algunas cosas y no en otras, por ejemplo. En el caso específico del SD existe una limitación genética, y también es variable en cada persona. Pero también existen las potencialidades de cada uno.

Entre otras cosas, todos somos producto de la genética y la estimulación ambiental. Hace poco leía una entrevista que le hicieron a la investigadora Mara Diersen para ABC salud donde ella hablaba acerca de cómo las influencias del entorno contribuyen a determinar el nivel de competencia final de las personas. "Nuestra misión como padres es que cada uno de nuestros hijos logre el mejor nivel posible de competencia que puede alcanzar, aprovechando la plasticidad del cerebro", decía.

Hoy sabemos que el ambiente es capaz de modificar la estructura del cerebro, especialmente durante las primeras etapas de la vida. En este sentido, la estimulación ambiental representa un reto para desafiar los límites de la genética. ¿Y los límites del ambiente? Esos son los que debemos superar como sociedad. Porque esos son los límites que marcamos nosotros cuando decimos qué puede y que no puede hacer una persona con síndrome de Down.


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1 comentario:

  1. Erica, buenas noches/mañana. Pienso que en nuestro caso, tenemos que pensar que ese "no tener techo", implica también que nuestro ambiente tiene que ser mucho más cultivado que otros. Y no puedo dejar de referirme a otro post tuyo, si nos imaginamos a nuestros hijos con o sin SD. Creo que el gran desafío está en ver a nuestros hijos y no al SD. A veces es más el patrón que lo que nuestros hijos expresan. Un cromosoma no da vuelta a una genética y una fuerza que está "codificada" no solo formalmente en los genes sino en el "linaje" (?). Sin esas gafas, SD, el ambiente se ve diferente y más nutricio para estimularlos plenamente. Un saludo y gracias por tu blog.

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