martes, 24 de julio de 2018

Discapacidad y derecho al ocio

Mientras miraba cómo Faustina se divertía pintando un mural colectivo, participando de un laberinto sonoro y arrojándose con ganas sobre unos cubos de goma espuma en una gran pista en La usina del arte, pensaba en el derecho que tienen las personas con discapacidad de compartir las mismas actividades que los demás, algo que no siempre es una realidad.
Faustina pinta junto con otros niños

Sabías que los niños con discapacidad toman menos parte en actividades sociales, de ocio y recreativas? Esto se da por distintas razones como las dificultades de accesibilidad, los entornos no acogedores, la organización familiar o las propias limitaciones de las personas, entre otras cosas. En realidad no son sus limitaciones sino que los espacios, las propuestas y las personas, la mayoría de las veces, no tienen en cuenta a quienes tienen discapacidad.

El ocio como tiempo dedicado a la diversión, distracción y participación es esencial para todas las personas pero parece estar reservado para quienes no tienen discapacidad. No pienses sólo en el síndrome de Down; una persona con discapacidad intelectual, con algún déficit sensorial o con muletas seguramente encuentre muchas dificultades para ser parte de estos espacios compartidos.
Por un lado muchas propuestas no incluyen a personas con discapacidad, directamente no están pensadas para todos, y por otro hay muchas familias que no llevan a sus hijos con discapacidad a lugares donde puedan participar en comunidad.

Es un derecho que todos podamos participar del ocio compartido y acá hago hincapié en este concepto de ocio colectivo. Frente al ocio segregado, es decir, aquel donde las personas con discapacidad participan separadas del resto de la población, las nuevas miradas apuntan a lo que se conoce como ocio colectivo o comunitario, donde son partícipes de las actividades tanto personas con como sin discapacidad.

Si pretendemos que las personas con síndrome de Down, por ejemplo, sean autónomas y que la sociedad naturalice el hecho de que tienen derecho a participar de las mismas actividades que aquellos que no lo tienen, entonces es hora de que nosotros como familia y comunidad abramos estos espacios para nuestros hijos.

Hace muy poco, en España se inició un movimiento por la participación en el ocio colectivo de las personas con discapacidad. Es que hay que darle pelea a los hechos de discriminación y entonces nos encontramos luchando porque a nuestro amigo con síndrome de Down le dejen participar en un cantobar o a nuestra hija en sillas de rueda no le nieguen la entrada en una discoteca.

La riqueza de este convivir será para todos. Dejar a nuestros hijos elegir las actividades que quieren hacer, respetar los intereses personales, fomentar que tengan relaciones de amistad y que participen de actividades con la comunidad los ayudará a consolidar su autoestima y autodeterminación, a mejorar su comunicación, su desarrollo intelectual y sus habilidades sociales, por ejemplo. Y fomentar el ocio comunitario, tratando de romper el ocio segregado o directamente la no participación de la persona con discapacidad en estas actividades, hará que todos aprendamos de esta convivencia acerca de la diversidad, las similitudes y las diferencias.

Eliminemos las barreras a la participación. Que la diferencia no sea un obstáculo insalvable para enriquecernos como sociedad.


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