miércoles, 1 de agosto de 2018

Poner límites es un acto de amor

"Poner límites es un acto de amor", me dijo sabiamente Cecilia, la psicomotricidad de Faustina, mientras hacíamos la evaluación media en su centro de estimulación. "Me diste el título para una nota", le dije pensando en que hace un tiempo aprendí a ponerlos y con eso mejoró el comportamiento de mi hija de una manera sustancial.

Faustina sentada a la mesa de una casa de comidas, luego de haber ido a un show musical.

Muchas veces las mamás sabemos que los niños reclaman límites pero sentimos una especie de culpa cuando lo hacemos. O nos da lástima, porque nuestro hijo nos puede y ya no podemos soportar que sufra porque se ha quedado un rato sin televisión.

Pero cuando nos damos cuenta del valor que tienen los límites en la vida de un niño es cuando realmente debemos ponernos firmes y ser claros con las reglas del juego. Un chico sin límites es un niño anárquico, no tiene normas, hace todo a su antojo y, lo que es peor aún, es un niño sin guía, sin contención, que sufre las consecuencias de estar acéfalo.

Sin límites, los niños se desbordan y no encuentran en la figura del adulto la persona que los guiará, en la que pueden apoyarse y consolarse cuando lo necesitan. Pierden el respeto por la figura adulta y toman el mando de la casa. 

Si hay algo que me gusta mucho de mi hija Faustina, que ya tiene cuatro años, es que es muy independiente y tiene una personalidad fuerte. Ella sabe lo que quiere y lo que no. Pero esto a veces se transforma en su peor defecto: solo quiere hacer lo que ella quiere! 

Su perfil dominante la hace una niña difícil a la hora de poner límites. Les puedo asegurar que no es nada fácil. Sin embargo, como mamá fui encontrando las formas de hacerlo y eso ha sido esencial para nuestro vínculo y para su comportamiento.

Hoy puedo decir que Faustina ya puede ir a una farmacia conmigo y no tocar todo lo que hay en las góndolas, darme la mano para cruzar la calle, detenerse si va sola caminando o corriendo y le digo que espere, guardar cada cosa en su lugar o salir de la ducha si terminó su baño.

Además, los límites le sirvieron para sus relaciones con otras personas: ya no pretende tocar la ropa o el cuerpo de los otros invadiéndolos, comparte, presta, juega con los demás, respeta los turnos, escucha, pregunta y respeta lo que otros proponen. Su comportamiento está mucho más flexible y empático.

Muchas cosas aprendió sólo porque era el momento. Con esto quiero decir que algunas cosas son cuestiones madurativas y sólo se trataba de esperarla un poco más. Como cuando pasó la etapa que tocaba todo o no hacía caso para nada. Pero por otro lado, como papás tenemos que saber que todos nuestros actos enseñan y tienen consecuencias en la crianza de nuestros hijos. 

No saber decir "no" es dejarlos a la deriba! En la siguiente nota claves para poner límites positivos!

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