Empezó hamacándolo y cantándole. Lo miraba, le tocaba los ojos con párpados que se abrían y cerraban, le movía brazos y piernas. A partir de allí siguió un juego cada vez más rico con su muñeco. Darle la mamadera, de comer, hacerlo dormir, taparlo, cambiarle el pañal e incluso bañarlo se convirtió en uno de sus juegos favoritos. Tooooodo el día con ese bebé que pasaba de estar acostado en un almohadón a los brazos de Faustina y luego lo sentaba en su pata pata y lo llevaba a pasear por la cocina.
Es el comienzo del juego simbólico donde lo que hacen los chicos es imitar las situaciones que ven cotidianamente, representando simbólicamente los objetos ausentes. Por ejemplo, cualquier palo sirve como cuchara para revolver la comida que tienen en el sartén, que en realidad son bloquecitos de madera, o una caja puede convertirse en cama para acostar al muñeco dormido.
Mientras los adultos ayudamos a estimular la imaginación y a fomentar el cuidado del bebé, también vamos viendo que pueden comprender y desarrollar conductas mucho más de lo que pensamos. Es una etapa muy importante para el desarrollo de los chicos: no sólo imitan sino que a través de la representación los chicos asimilan lo que van entendiendo de la vida real, canalizan y comprenden mejor las emociones y aprenden.
Paralelamente a este juego con el bebé he notado que Faustina ha hecho un salto muy grande en su desarrollo emocional, intelectual y psicomotriz. Además de acompañar todos sus juegos con el lenguaje (aunque todavía incomprensible la mayor parte del tiempo), el desenvolvimiento del cuerpo ha cambiado por completo. Por ejemplo se agacha para jugar (cosa que no le salía hasta hace un tiempo); juega a preparar comidas con ollas, potes, cucharas, polenta y galletitas; baila levantando las rodillas y quiere correr mientras se mira las zapatillas; canta cada vez con más entonación y ritmo; comprende lo que le pedimos o decimos; quiere comer sola; entre otras cosas.
Ahora tiene varios bebés y a veces juega con dos o tres juntos. Es muy tierno verla apoyarle la cara para darle un beso a su bebé o mirar cómo mueve la manito para palmearlo y que se duerma. También se la escucha protestar: quién sabé qué cosas les dirá!
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